Cuando éramos chicos nuestros padres, comandados por mi abuelo, nos asustaban para que durmiéramos la siesta. En realidad, eran ellos los que querían dormir en las horas donde el sol correntino pega fuerte y para eso, se valían de un monstruo conocido en la Mesopotamia: el dueño del sol. Mi abuelo se iba hasta el fondo de su huerta y desde ahí murmuraba “el dueño del sol” con voz grave, haciendo ruido con cadenas. Y aunque con mis primos dudábamos de la veracidad del monstruo, ninguno se animaba a comprobar si el viejo de la bolsa que secuestraba chicos a la hora de la siesta, realmente existía. El dueño del sol no era suficiente para que durmiéramos, pero sí para que nos quedáramos encerrados en la habitación mientras los adultos se acostaban unas horitas. El recuerdo de esas tardes me impulsó a investigar sobre los seres que habitan mitológicamente nuestra tierra. Al dueño del sol se lo suele mencionar también con el nombre de Pombero (aunque, para mí, por las historias qu...