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Seres mitológicos del bestiario nacional

Cuando éramos chicos nuestros padres, comandados por mi abuelo, nos asustaban para que durmiéramos la siesta. En realidad, eran ellos los que querían dormir en las horas donde el sol correntino pega fuerte y para eso, se valían de un monstruo conocido en la Mesopotamia: el dueño del sol.


Mi abuelo se iba hasta el fondo de su huerta y desde ahí murmuraba “el dueño del sol” con voz grave, haciendo ruido con cadenas. Y aunque con mis primos dudábamos de la veracidad del monstruo, ninguno se animaba a comprobar si el viejo de la bolsa que secuestraba chicos a la hora de la siesta, realmente existía. El dueño del sol no era suficiente para que durmiéramos, pero sí para que nos quedáramos encerrados en la habitación mientras los adultos se acostaban unas horitas.  

El recuerdo de esas tardes me impulsó a investigar sobre los seres que habitan mitológicamente nuestra tierra.


Al dueño del sol se lo suele mencionar también con el nombre de Pombero (aunque, para mí, por las historias que me han llegado en la infancia se trataría de dos personajes distintos). El Pombero es la criatura mítica de origen guaraní que aparece en las historias del norte argentino, Paraguay y sur de Brasil. Se lo describe como a un duende bajito, peludo, feo de ojos brillantes y maliciosos. Usa un sombrero de paja con alas grandes y puede desaparecer o convertirse en diferentes cosas. 

En los relatos que circulan oralmente, se cuenta que el pombero es protector de la flora y de la fauna, que castiga a los pescadores que pescan de más o a los paisanos que cortan más de lo necesario para leña atrayéndolos con un silbido hipnótico y haciéndolos perder en el monte. No hay que mirarlo a los ojos porque esto le molesta y se cuenta que los pobladores le piden favores que deben luego agradecer con ofrendas (es muy común que las ofrendas tengan que ver con el tabaco y el alcohol).

De chico cuando me contaron la historia del pombero, en Mercedes, no pude dormir durante un tiempo. Yo vivía en un barrio en el medio del campo y quien se haya criado en un entorno semejante sabe de los ruidos y cosas extrañas que el campo ofrece. En el relato, el pombero le había aparecido al primo de un amigo (claro, siempre incomprobable) silbando por la noche. El primo había despertado en el medio de la noche y no había podido resistirse al silbido, pero en un momento cerró los ojos por el miedo que le causaba la situación y al abrirlos, estaba en el medio del campo frente a un árbol y con el pombero sentado apoyado en el tronco mirándolo con los ojos demoníacos casi tapados por el sombrero. Él, me contó mi amigo, cerro los ojos de vuelta y al abrirlos estaba frente a un tractor con el pombero manejándolo con la clara intención de atropellarlo. De lejos escucho que sus papás lo llamaban con gritos y cuando giró la cabeza para mirar al frente, estaba sólo en el campo y no había ni el tractor ni el pombero. Como les dije, esta historia a mis 12 años, me tuvo en vela noches y noches. Fue como un upgrade terrorífico respecto del dueño del sol de las siestas de Goya.

 

En la Patagonia y el sur de Chile, tenemos al también famoso Trauco, un enano feo y sin pies. Lleva un bastón y un hacha y se cree que puede lastimar a las personas con solo mirarlas. Vive en los troncos huecos o en cavernas. Me contó un muchacho que vivió en Bolsón, que los paisanos le tienen terror y que suelen encontrar en el camino, las heces del Trauco.

Tanto en el caso del Pombero como del Trauco, hay muchas versiones de la leyenda que cuentan que estos seres son los culpables de embarazar mujeres. De una u otra forma, los hijos de muchas jóvenes de las zonas donde estas criaturas andarían, son asignables a alguno de ambos. En realidad, estos relatos tendrían la utilidad de justificar, desde la mitología, violaciones o hijos extramatrimoniales. Hay varias historias de cómo el Pombero embarazo a la mujer de un poblador o cómo el Trauco encantó a una niña y le produjo un embarazo con la mirada. La función de muchos de estos mitos, esta anidada a sucesos que los pobladores no quieren o no pueden explicar.  Entre otras particularidades, por esto se los suele representar con miembros viriles de gran tamaño. 

 

El Lobizón es también de origen indígena guaraní. Mitad hombre mitad bestia guarda similitud con el hombre lobo. Se afirma en la leyenda que el séptimo hijo varón de una familia es el lobizón, que sale por la noche de los días martes o viernes a alimentarse convertido en una suerte de perro horrible y que, al morder, convierte a otros en lobizones. Al salir el sol vuelve a su forma humana. Estas historias abundan también en las provincias de Corrientes y Misiones. 

Según dicen, la Ley de padrinazgo presidencial tuvo como objetivo proteger a los séptimos hijos varones de las familias guaraníes de ser asesinados por el peligro de ser lobizones. Una variante de esta historia cuenta que una pareja de origen ruso le pidió al presidente Figueroa Alcorta que apadrine a su hijo porque en la tradición popular rusa, el séptimo hijo varón es lobo y la séptima hija mujer es bruja (Perón institucionalizó esta normativa de padrinazgo y Cristina Fernández la amplió a las mujeres). Si bien la leyenda cuenta que el padrinazgo presidencial tiene que ver con el lobizón, hay pruebas que demuestran que nace, en realidad, con la intención de poblar y proteger económicamente a los niños nacidos en esta circunstancia. No obstante lo cual el lobizón es visto, cada tanto, en los montes.

Si mal no recuerdo, de chicos se nos decía que no debíamos rodar tres veces hacia un lado y tres hacia el otro por el riesgo de convertirnos.

 

El siguiente ser mitológico es la luz mala. En el monte y los cerros, se le dice así al fenómeno producido por el fósforo de los huesos de las vacas muertas. Es muy común ver esos destellos en la noche pampeana o litoraleña. Se le atribuye al alma de personas muertas que vagan en la soledad de las extensiones argentinas. Apariciones malignas que son asociadas con lo diabólico.

 

Mandinga es el diablo gaucho que aparece dibujado por el artista costumbrista Florencio Molina Campos como un duende de ropas rojas y uñas largas tocando una guitarra (otras representaciones lo muestran como mitad hombre mitad cabrío, con cuernos en la cabeza, peludo y patas de cabra). Se lo representa con una figura humana porque, según se dice, así logra tentar mejor a las personas. El origen de la palabra está relacionado con la trata de esclavos provenientes de África aunque también se le llama Supay o Gualicho. La expresión “es cosa de Mandinga” se suele asociar al intento de entender sucesos inexplicables. 

 

Uturunco es el nombre de un gaucho criminal que le vendió el alma al diablo y por eso puede transfigurarse en un yaguareté extendiendo un cuero en el suelo y envolviéndose en él. Es pariente mitológico del lobizón.

 

El Caa Porá es un hombre grande, peludo y que fuma una pipa hecha con un cráneo humano. Es otro de los entes de la cultura guaraní. Como el lobizón o el uturunco, amenaza en los montes a los hombres y a algunos animales. Hay una particularidad en estos seres que es que, en muchas variantes de las leyendas, tienen comportamientos de cuidado. La mayoría de las veces son vengativos, pero no son pocos los testimonios que dicen que cuidan la fauna, o incluso a los niños.

Estos seres mitológicos muchos de los cuales tienen un fuerte trasfondo indígena son el resultado del intento del hombre de aprehender sucesos inexplicables de su entorno. Ya sea producto del encuentro del hombre con la inmensidad de la pampa, lo inextricable del monte o embarazos extramatrimoniales. 

Por lo general estas historias forman parte de un corpus narrativo de la tradición oral que generación a generación, en conflicto con el mundo tecnológico, va mermando. Hoy los chicos urbanos le tienen más miedo a la caída de WhatsApp que a luces inexplicables en el entorno pampeano. En el caso de los embarazos adolescentes y las violaciones, existe la opinión que la atribución a genios malignos oculta el drama de las violaciones intrafamiliares y la complicidad de las autoridades. 

 

Un poco más inofensivo es el Nahuelito, el sobreviviente dinosaurio que viviría según los relatos populares en las aguas glaciares del lago Nahuel Huapi. Algunos visitante y pobladores dicen haber visto una criatura acuática de gran tamaño que se alimentaría de vacas.

Hay muchos otros seres mitológicos en nuestro territorio. Éstos se suman a las leyendas de espíritus, santos populares, animales y flores cuya historia mítica es rastreable en las culturas previas a la conformación de nuestra patria. Todos ellos conforman el bestiario nacional de nuestras fábulas autóctonas. 


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