Unos minutos después apareció su salvador,
Gustavo, con la crema que ella le había indicado comprar. Gustavo la vio
sentada y le pregunto qué hacía, si no le molestaba. Ella le respondió que sí
pero que no podía estar más tiempo parada porque se le habían hinchado las
piernas y estaba agotada. Él le dio la crema y ella salió apurada al baño, se
la aplicó y volvió al living con una cara de alivio de publicidad.
–Ahora sí–
le dijo a su marido
–Me alegro
mi amor– respondió él. Se sentaron a ver la televisión y al cabo de unos
minutos Cristina sintió una molestia rara. Avergonzada y asustada se levantó y
se fue de vuelta al baño, uno segundos después Gustavo la escucho gritar.
–¿Qué pasó?
– le preguntó él desde el otro lado de la puerta.
–Gustavo me
pegué el culo– gritó ella. –Me trajiste pegamento– grito de vuelta, pero ahora
con voz llorosa.
–¿Cómo
pegamento? ¡Si es la caja roja que me indicaste! –
–¡Pero esta
caja es verde! ¡Ay dios! – le respondió su mujer.
–¿Cómo
verde? A ver, dámela – Cristina el dio la caja apenas abriendo la puerta del
baño. –Pero esta caja es roja–
–¡Gustavo vos
sos daltónico la puta que me parió! ¡Te dije que le pidas al farmacéutico! Esto
es un pegamento para los dientes o algo así ¡Me pegué el culo Gustavo! – le
gritó ella y cerró la puerta de un portazo.
Gustavo se fue al living y se terminó el té en
hebras de Cristina mientras su mujer le daba rienda suelta al bidet con la
intención de despegarse el culo.
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