Esto sucede con
la llegada de Okupas a Netflix porque al producto se le opera un cierto “lavaje”
que suele ser característica de la llegada al consumo de las clases medias de
todos los géneros populares. Desde el gauchesco, pasando por el tango, la
cumbia y el arte performático, el acento puesto en el aspecto estético opera la
despolitización de los contenidos que al recontextualizarse desancla a los
contenidos de las condiciones en las que se produjeron (y de sus explicaciones
e implicaciones).
En la nueva
Okupas la imagen y el sonido fueron retocados. Re digitalizado por un lado y
musicalizado de forma original para esta nueva etapa la música fue realizada
por Santiago Motorizado cantante y bajista de El mató a un policía motorizado argumentándose
desde la plataforma que la música anterior está bajo derechos de autor que
impiden a Netflix usarla.
No es inmotivado,
por cierto, que el músico proveniente del indie sea el elegido para musicalizar
la serie: el indie es un género de clases medias porteñas ilustradas, target promedio
de los usuarios de Netflix.
Entonces el
relato que enmarcaría a la serie con las condiciones en que fue creada es roto
en esta nueva puesta en oferta toda vez que los personajes son vistos únicamente
como una atracción, como mera ficción. Descontextualizada de las condiciones
del comienzo de siglo argentino Okupas aparece, apenas, como otra serie más que
relata las vicisitudes de cuatro amigos por las calles de Buenos Aires
(igualando a Friends con esos cuatro “desangelados” en términos solarianos).
Pero, además,
se produce otra desconexión: la música de la edición original es la que
acompaño a los jóvenes desde que el rock se convirtió en emblema identitario
posibilitando enmarcar, por ejemplo, sus anhelos y aspiraciones en ideales de
larga data como la libertad, la fraternidad y lo comunitario. El rock fue desde
su origen el basamento sobre el cual inscribieron muchas generaciones sus
historias por lo que romper el anclaje del original en esas bandas rompe
también su marco conceptual.
Como sucede en
este tipo de apropiaciones o también con la representación que de lo popular se
suele hacer desde la academia, los productos son limados en sus aristas una vez
que el “peligro” originario que les dio vida ha sido dejado atrás. Así es que la
cumbia llego a los casamientos convertida en atracción bailable de la mano de
bandas de origen rugbier o artistas ya entrados en años son contratados para
actuar en eventos de clases altas lejos de las bailantas del conurbano que
solían albergarlos.
La puesta en
los canales de streaming opera abriendo una ventana a los guiños y modos de
vida de los personajes, pero sin implicar al televidente en los eventos
sociales que los enmarcan. Además, la vorágine del consumo de series en estos
canales impide la reflexión y pone a las problemáticas que presentan a convivir
con series de abogados de Nueva York o sobre las coronas europeas como si todo
valiera lo mismo.
Originalmente Okupas
llega a la TV pública junto a Todo por dos pesos, dos productos que Tinelli
negoció con Darío Lopérfido a cambio del dinero en concepto de multas que le
debía el conductor al COMFER. Esta nueva relectura que hacemos hoy, editada y
ubicada en el contexto de la pandemia resemantiza el producto a la vez que
opera nuevos significantes en quienes lo consumen. Las preguntas que caben
hacerse son cuales son estos nuevos sentidos y cómo (y con cuales) serán
puestos en relación con las tradiciones y narrativas sociales con las que
entrarán en contacto.
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