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Criptomonedas

Las cripto son monedas digitales descentralizadas que ponen en cuestión el actual paradigma monetario a nivel mundial. Según Jack Dorsey, el ex CEO de Twitter, esta moneda será la única del mundo dentro de diez años. Pero a pesar del optimismo de muchos, esta novedad no está exenta de sus detractores.  

Las monedas digitales como Bitcoin o Ethereum utilizan una tecnología llamada blockchain o cadena de bloques vinculados, como forma de seguridad. Gracias a la cual pueden prescindir de los actuales bancos centrales para validar su emisión y regular su circulación y de la misma manera tampoco son necesarios los bancos intermediarios (ni sus comisiones). La cadena de bloques es un sistema participativo en el que cada registro o bloque está cifrado (encriptado) y cuyo vinculo por ser inter nodal protege todas las transacciones (de forma similar funciona BitTorrent, un programa que utilizábamos mucho para descargar videos, música y programas y que, de la misma forma, “reparte” el contenido en diferentes nodos para burlar, en ese caso, la censura del copyright). 

En otras palabras, funciona así: un usuario quiere transferir dinero a otro, entonces esa operación se presenta como un bloque que es compartido a todos los usuarios para que lo validen añadiendo ese bloque a una cadena de bloques “transparente” y “segura” y luego de lo cual el dinero “pasa de manos”. Cada bloque se va llenando por las transacciones hasta un punto donde esta completo y son los llamados “mineros” los que lo sellan y validan. Éstos compiten entre sí por completar y sellar bloques recibiendo criptomonedas como “premio”. Como la minería requiere cada vez mas electricidad, hoy los mineros forman pools de minería para obtener mejor ganancia en relación a los costos de funcionamiento (los países como el nuestro, con la energía subsidiada, resultan muy atractivos para instalar minas, grandes galpones con CPUs funcionando constantemente ocupados en cálculos matemáticos). Una vez sellado, ese bloque se encadena a otros y ya no puede ser modificado lo cual evitaría (teóricamente) as posibilidades de fraude. Otra particularidad de esta cadena es que permite la trazabilidad del cripto, cosa que no sucede con el billete real, mientras que los datos sensibles permanecen privados.

Por lo general, estas y otras innovaciones tecnológicas vienen rodeadas de un halo semántico que la moderna meritocracia ha sabido instalar. El universo de las redes sociales y las innovaciones en materia tecnológica están asociadas al llamado “emprendedurismo”, al ideal de progreso, al bienestar y señalan hacia todo un universo social considerado moderno. Este optimismo tiene, claro, su contracara en los efectos (no tan publicitados) indeseados de este universo: por ejemplo, el blockhain es utilizado en validación de identidades digitales porque al estar la información repartida en nodos, es menos vulnerable al robo de identidad. Pero a Yahoo! mismo le han robado data personal de mil quinientos millones de usuarios. Y en 2017 los hackers atacaron a Equifax (en Argentina más conocida como Veraz), una empresa que realiza perfiles crediticios y a la cual le copiaron datos de tarjetas de crédito y de seguridad social en EEUU de ciento cuarenta y tres mil usuarios. 

En Argentina la justicia ya ha actuado sobre personas físicas y jurídicas acusadas de lavar dinero a través de monedas digitales o de estafar con esquemas del tipo Ponzi (lo que aquí conocemos mejor como estafas piramidales). El polémico FMI, incluso, ha dicho que las criptomonedas implican un riesgo para las soberanías monetarias de los países, considerándolas una forma de especulación con potencial destructor sobre el monopolio de la emisión monetaria (dejamos de lado aquí la discusión del rol que ha tenido el organismo en relación a las soberanías monetarias de países en crisis). 

Pero a pesar de su temprana definición como moneda usada para “blanquear” negocios como la venta de drogas y armas, la promesa de ganancias inmediatas populariza su uso como forma de inversión. En lo que se sugiere como una reconfiguración del panorama financiero mundial, grupos como Goldman Sachs, JP Morgan y Morgan Stanley, popes del mercado financiero ya se han abierto a su uso ofreciendo fondos en bitcoins a sus inversores. Y varios países han avanzado en su regulación: por ejemplo, a través de las stablecoin, que son monedas digitales que están “atadas” a dólar, euro o ciertos commodities. Si bien este “anclaje” reduce un poco su incertidumbre, tampoco la elimina. Esto se debe a que de la misma forma que nadie es “dueño” de una moneda digital como Ethereum, DAI o Bitcoin, tampoco nadie es responsable ante la posibilidad de una caída estrepitosa que se lleve las inversiones de millones de personas. Y sí que ha habido grandes caídas en los últimos años. Por ejemplo, cuando Elon Musk, director de Tesla, dijo que no aceptaría esa moneda en sus operaciones de venta por la contaminación que genera el minado y cuando el gobierno de China emitió restricciones a las transacciones en cripto. En ambos momentos, los valores de las criptomonedas cayeron rapidamente.

Pero lo que es innegable es que la moneda se ha instalado, más allá de sus detractores, prefigurando un panorama monetario futuro incierto. En el pasado el patrón oro fue sucedido por el sistema nacido con Bretton Woods en 1944 y que dio lugar a que el valor de cambio sea determinado por la fluctuación del mercado de divisas. En este sentido, la institucionalización del cripto puede dar estabilidad a un nuevo sistema basado, como cualquier moneda, en el consenso sobre su uso. Venezuela, legalizó en 2018 el cripto al lanzar Petro, un token basado en blockchain que está vinculado a recursos naturales del país como el oro o el petróleo.

Algunos ven a este fenómeno como el triunfo del monetarismo sobre las teorías que postulan la centralidad del rol del estado en materia de decisiones económicas. Las cripto serían, entonces, la nueva forma de una vieja ideología, donde la “meritocracia” aparece como el caballo de Troya de la teoría de Milton Friedman. En nuestro país, la necesidad individual de reinventarse constantemente, el “sé tu propio jefe” y otras ideas predicadas por los nuevos gurúes del hype (la emoción exaltada por algo novedoso) se insertan en el contexto de toda una historia de precarización laboral, desempleo e inflación por lo que las monedas virtuales son adoptadas por sus usuarios como una posibilidad de ahorro/ganancia frente a la moneda local. Chocan entonces las ideas típicas de bienestar con el acento puesto en lo colectivo con este corpus semántico que hace se hace carne en la individualidad de los sujetos (incluso podría decirse que el blockhain es más bien una red de desconfianza, que una red de individuos que se unen en una acción colectiva motivada por la necesidad de constituir un consenso de valores positivos).

Entonces, podemos ser tecno pesimistas o tecno optimistas y pensar si la democratización de las criptomonedas implica el paso de una economía de tipo productiva a una economía de tipo especulativa donde los ciudadanos se convierten en traders. Siendo el carril intermedio el de regular desde el Estado su uso, aprovechando lo que tiene de positivo y penando lo que tiene de negativo (definiendo qué consideramos como tal en cada caso). Los traders más liberales, en este caso, suelen opinar que la regulación desnaturalizaría la idea de descentralización de las criptomonedas, pero la necesidad de proteger a los usuarios de las estafas o rackpools, que es cuando un token desaparece y uno pierde todo su dinero, hace imperativo una decisión a corto plazo. Por otro lado, aquellos que sostienen ideas ligadas al Estado de bienestar, dicen que el billete es no sólo un medio para el intercambio económico, sino además un símbolo de soberanía y comunidad: el peso argentino sería portador de valores que afirman nuestra independencia, soberanía e identidad.   

Hace poco el Banco Central junto a la Comisión Nacional de Valores emitieron un comunicado advirtiendo sobre el peligro de esta forma de inversión. Porque al inicio de la pandemia las monedas digitales se valorizaron fuertemente producto del vuelco hacia la digitalización de muchas operaciones cotidianas. En el texto ambas entidades opinaron que presenta riesgos para los usuarios y para todo el sistema financiero y pidieron prudencia a la hora de usarlos. Si bien los cripto activos no están tan popularizados aún, la velocidad de su crecimiento pone a las autoridades argentinas en la necesidad de emitir esta alerta explicando que no se trata de un dinero de curso legal respaldado por autoridades gubernamentales como otros servicios bancarios o financieros y que, al ser menos rastreable, también hay cierto riesgo de vulnerar la normativa relacionada al lavado de activos y financiación del terrorismo. Además, alertaron sobre que, por tratarse de un activo trasnacional, no está claro qué jurisdicción aplica en caso de litigios.

Las monedas digitales ya circulan entre nosotros. Es un escenario abierto el de si terminarán por suceder a las monedas nacionales, correr en paralelo o si es una nueva moda tecnológica que tendrá su fin como tantas otras. Lo que sí es seguro es que la tecnología no es neutral y que el paso de cada una de estas novedades deja cambios en la sociedad y en la forma de relacionarse de los ciudadanos. Por lo tanto, hay aspectos todavía por verse y el desafío para los Estados ya está planteado por, sobre todo, tratarse de una tendencia a escala global que amenaza con minar su autoridad soberana.


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